martes, 27 de abril de 2010

Ssshht...


Quería hablar contigo, aunque sé que al hacerlo ya no estoy respetando tu forma de ser, tu cuerpo… violándote con palabras que te quiebran, que te subestiman, que te interrumpen, dejando de ser. Así que te hablaré con palabras escritas, para que puedas leerme sin pronunciar, como escriben mis dedos sin despegar los labios, hablando con palabras calladas y gritos cerrados. Que no son efímeras, que no se las lleve el viento. Que te dicen; espera, contigo me quedo. Me gusta escucharte sin oírte, cuando llegas de puntillas, despacio y sin hacer ruido, como tú sabes, para no despertarme. Me gusta cuando llegas en las pausas, y me miras, y no me inquietas, ni intimidas. Así me gustas, así. Cuando puedo mirarte a los ojos, y me devuelves tu mirada. Y mis ojos me encuentran en los tuyos, a la vez que es reflejo tuyo. Me gusta cómo me escuchas, cómo me entiendes, cómo me aconsejas. Eres el lenguaje de mi reflexión. Me gusta aprenderme tu geografía muda. Saberte. Conocerte sin verte. Advertirte y que me adviertas. Cuando me llevas de paseo por el camino de la calma, oliendo la paz del aire. Tranquila. Llegamos y me sumerjo en tu mar, bañando mis sentidos de ti, dejándome llevar. Y sabes, por qué lo sabes, lo que quiero oír en cada momento. Te siento. Cuando me hablas sin decir. Cuando me llamas sin gritar, al callar. Te siento. Es tu voz a lo lejos, al lado, en la esquina de ese sábado. Es tu eco eterno anclado. Sin aflojar la intensidad, manteniendo tu frecuencia. Vienes y vas sin avisar. Y sueles vestir con tu sencilla desnudez, tal y cómo es. Y te cuelas… te cuelas en conversaciones habladas, callando respuestas que te delatan, que te sobreentienden, como si tú hablaras. Y te cuelas en los besos, en las caricias y en los gestos. Te cuelas en mis noches, le prestas tu voz para que me hable sin cuerdas vocales, te cuelas en el ritmo de las estrellas, en la tesitura de la luna, en el tono de mi cuerpo. Te respiro. Me hago una almohada de momentos fugaces, y me tapo con retales de ti.


A ti, al silencio.

1 comentario:

CALLmeKAT dijo...

Cada vez es diferente. Aprender está bien, no digo que eso en concreto sea una “robotización”. Pero la esperanza es como es, es decir, no va de la mano de una situación concreta. Te pasa una vez, lo intentas hasta que quedas destrozada. Te pasa una segunda vez y la esperanza sigue existiendo. Es decir... nunca sabes lo que puede pasar, lo único que tienes claro es hasta dónde puedes llegar tú y en base a eso das o más o menos. Con el tiempo hay cosas que no toleras, está claro. Aprendes. Las pautas de comportamiento (de las que tanto hablamos) cambian. Te vas amoldando al resto y aprendes a vivir intentando no hacerte daño. Pero repito, cada vez que algo empieza, vuelve también la esperanza y es algo tan sumamente humano que no podemos controlarlo.

Un perro se cae en un charco de un camino, al día siguiente vuelve por allí y le pasa lo mismo. Al tercer día no le ocurrirá. Es a lo que me refiero, nosotros tenemos la capacidad de recordar dónde está el charco (probablemente en un día) pero absolutamente incapaces (en este terreno, claro) de evitarlo si consideramos que el charco puede cambiar y darnos lo que necesitamos (Cutre comparación, lo sé). Y creemos que el charco cambiará, claro está, gracias a nuestra querida esperanza.

Por supuesto que lo he intentado, varias veces y con el mismo éxito en cada una de las ocasiones ;P

Y puedes ser lo que quieras o ser tú, que siempre suele ser una opción mejor.

Bonito texto, por cierto.