jueves, 30 de diciembre de 2010

Que manera de echarte de menos...

miércoles, 29 de diciembre de 2010


-Tengo dolores agudos en el corazón.
-Entonces es que no son graves.

viernes, 28 de mayo de 2010

Cualquier ciudad del mundo

Quiero irme fuera, de aquí. De este dentro que está fuera de mí, a mi alrededor. Quiero irme a otra parte con mi dentro interior conmigo. Irme lejos 30 días que me saquen las cadenas invisibles. Que me desaten de las cuerdas que no existen. Que me libre de mi mente que no desmiente. Día a día. Quiero...

viernes, 30 de abril de 2010

En medio del frío arde el sol

El peso de mis pestañas se multiplica y mis párpados se implican. Intentan aguantar el sobrepeso, pero no hay modo ni aleteo. Se dejan arrastrar por la gravedad, se sumergen en la oscuridad y me cierran las puertas. Intento ver con mis manos qué pasa, pero sólo pasa el tiempo y van cediendo, van cayendo y se entregan rendidas al descanso.

Estoy flotando. Pero estando suspendida, como colgada de algún hilo ultravioleta, que ni veo, ni toco, ni arranco. Y me quedo suspensiva pero sin tres puntos claros a los que agarrame. Todo se disipa, todo se minimiza. La nada se multiplica, se magnifica. Y a mi me divide cada cosa que no toco. Ni suelo, ni unas manos, ni un abrazo, ni el bosquejo de un bostezo. Y me divido y me consumo. Necesito despertar antes de llegar a cero. Que bonito sería ahora tocar el suelo. Porqué así ni corro ni vuelo. Me quedo en una eternidad que ni empieza ni acaba, pero que no dura nada. Mientras escribo, a ver si toco al menos palabras.

Le hablo al pesimismo o a las ganas de optimismo. Y las contradicciones se suman a mi piel. La nicotina pasa y se infiltra. Y veo al humo volando y le envidio. Y se retuerce y se autoenvuelve. Y juega a tentarme, a irritarme, a vacilarme. A hacerme sentirlo cerca, dejándome con la miel en los labios. Pero no siento su dulce en mis papilas gustativas. Y no sé ya si la miel no existe o si son mis labios que ya no prescriben. O tocan sin sentir. O, a lo mejor, fue sólo un desliz.

Quiero que me pinchen, que me pellizquen, que me griten hasta que me toque el timpano, que me sacudan, que me saquen. De aquí. Y me metan. En mí.

Sonrío. Porqué al menos estoy. En alguna parte. Sigo siendo. En gerundio. Y me encanta el gerundio. Acciones inacabadas.

Estamos empezando o siguiendo, pero no acabando.

¿Qué te parece?

martes, 27 de abril de 2010

Ssshht...


Quería hablar contigo, aunque sé que al hacerlo ya no estoy respetando tu forma de ser, tu cuerpo… violándote con palabras que te quiebran, que te subestiman, que te interrumpen, dejando de ser. Así que te hablaré con palabras escritas, para que puedas leerme sin pronunciar, como escriben mis dedos sin despegar los labios, hablando con palabras calladas y gritos cerrados. Que no son efímeras, que no se las lleve el viento. Que te dicen; espera, contigo me quedo. Me gusta escucharte sin oírte, cuando llegas de puntillas, despacio y sin hacer ruido, como tú sabes, para no despertarme. Me gusta cuando llegas en las pausas, y me miras, y no me inquietas, ni intimidas. Así me gustas, así. Cuando puedo mirarte a los ojos, y me devuelves tu mirada. Y mis ojos me encuentran en los tuyos, a la vez que es reflejo tuyo. Me gusta cómo me escuchas, cómo me entiendes, cómo me aconsejas. Eres el lenguaje de mi reflexión. Me gusta aprenderme tu geografía muda. Saberte. Conocerte sin verte. Advertirte y que me adviertas. Cuando me llevas de paseo por el camino de la calma, oliendo la paz del aire. Tranquila. Llegamos y me sumerjo en tu mar, bañando mis sentidos de ti, dejándome llevar. Y sabes, por qué lo sabes, lo que quiero oír en cada momento. Te siento. Cuando me hablas sin decir. Cuando me llamas sin gritar, al callar. Te siento. Es tu voz a lo lejos, al lado, en la esquina de ese sábado. Es tu eco eterno anclado. Sin aflojar la intensidad, manteniendo tu frecuencia. Vienes y vas sin avisar. Y sueles vestir con tu sencilla desnudez, tal y cómo es. Y te cuelas… te cuelas en conversaciones habladas, callando respuestas que te delatan, que te sobreentienden, como si tú hablaras. Y te cuelas en los besos, en las caricias y en los gestos. Te cuelas en mis noches, le prestas tu voz para que me hable sin cuerdas vocales, te cuelas en el ritmo de las estrellas, en la tesitura de la luna, en el tono de mi cuerpo. Te respiro. Me hago una almohada de momentos fugaces, y me tapo con retales de ti.


A ti, al silencio.

jueves, 11 de marzo de 2010

Imagínate un baúl que guarda emociones, sensaciones y varios "nosequé" que te embargaron alguna vez, cuando te enganchaba por la cintura y te cogía el estómago para arrastrar un cosquilleo hasta el pecho.
Míralo. Ahí está, como uno más, otro cualquiera. Con su misma forma, la misma madera, el mismo misterio y secretismo. Pero otra materia en su interior. Retales abstractos. Formas intangibles. Colores ultravioletas que se nos escapan. Ultrasonidos que nos cuentan su historia en silencio. Humos y vapores, que la escriben en nuestro tacto, con el frío o el calor, la humedad o la ausencia de ella. Si cerramos los ojos, podemos jugar a leerla así, a interpretarla. A darle un sentido, igual o distinto al que guarda. Eso nunca lo sabremos. O sí. Todo depende. Todo es relativo. Pero mientras piensas en todo eso, huele... embriaga tus pulmones de los cientos de olores que contiene ese baul. Olores dormidos, sedados, que se quedan hibernando dentro de él cuando los encierran y no intentan escapar por la ranura. Olores fieles, que violan al tiempo. Y siguen ahí. Detonantes de mil imágenes mentales. Casi puedo tocarlas. Podríamos irnos por una de las ramas de este árbol y contar la historia de cómo conviven los olores allí dentro, juntos y revueltos, pero sin mezclarse. Como en tan poco espacio, son capaces de no perder su esencia, de no coger el dulce de aquí, no impregnarse del rancio de allá, lo salado, lo tropical,... Como aprenden a amarse en los abrazos sin perderse para siempre, sin fundirse, manteniendo la identidad. Pero esa no es la cuestión, o al menos no hoy.
Un baúl. No recuerdo cuantas sensaciones conté para quedarme dormida. Y los déjà vu's reencarnados en situaciones que están por venir son la anilla que el paso del tiempo ciñéndose al momento repetido estira con su índice. La granada, representada en forma de baul, se queda libre de cerraduras. La llave está fuera. Está en tus manos o en las mías, eso da igual, porqué acabará en aire. Flotamos un tiempo, diremos, un momento, por su imprecisión... porque puede durar años o tan sólo segundos. La compresión de la adrenalina. Ver que la fuerza de la gravedad se ejerce y se hace respetar. La atracción fatal entre granada enbaulada camino al suelo. Y la ves, cayendo. La ves, pero no ves el suelo. Así que no sabes cuando caerá. A ti te cae encima la incertidumbre. Y mezclamos tiempos verbales con el tiempo que se enreda en el reloj. Los segundos se eternizan... y la eternidad se guarda en un minuto. Y entonces, pum. Toma de contacto. Y explosión. Las sensaciones salen, se evaden, te invaden. Te ves envuelta de gases y gasas, de sedas y balas. De idas y venidas. De sensaciones revueltas que vuelan ligeras justo en el aire que estoy a punto de respirar.
Siéntelo. Lo siento. Sensaciones que vivían atrapas en un baul escondido en la oscuridad del pasado, rayado sólo a veces por los rayos de luz del sol que se filtraba entre las rejas de mis ojos cuando los abría y permitía su intrusión. Ahora. La cinta rebobinada empieza a proyectarse, pero en mi reverso, por dentro. No se puede mirar con los ojos, esta va de otra cosa, otro género. Un híbrido de sentidos para conjugar su correcta visualización. Se me empañan los ojos de lluvia y tiño las lágrimas de colores.