sábado, 9 de agosto de 2008

La madrugada se me echa encima como una manta; las 02:51h. tiene la voz de mi madre y me dice que me vaya a dormir. Y mientras aquí la noche, y allí el día, se echan un pulso balanceando los rayos de luz sobre el mundo.

Pero yo no tengo sueño, o mejor dicho, tengo mucho que escribir. Tal vez, mi silencio y mis palabra se jugaban a cara o cruz, a quien le tocada ver hoy la luna. Y como han ganado las palabras quieren pronunciar todo lo que hace tiempo no sabían decir. Hacía tanto que no escribía. A veces, las palabras que salen de mis dedos son la prolongación de mis estremidades. Forman parte de mi cuerpo. Hace largos mis dedos, que lleguen donde sin ellas no podrían tocar. Porqué por esa regla de tres, mis palabras también sienten, también tocan, y están vestidas de la misma piel y la misma manera de acariciar.

Como decirte... las burbujas de una botella de gas agitada, la espuma de las olas en efervescencia, un huracán bailando con un remolino, los juegos de luces, una sala de espejos, formas fractales absorventes, un caleidoscopio helado de fresa otra vez, un esbozo dibujado difuminado, pasos que se encuentran perdidos y que al perderse se encuentran.

Todo cobra un sentido extraño al dejar de preguntar, y al preguntar todo pierde lo extraño y nos quedamos en un sentir sin vacio, ni mucho menos, y sin respuestas, por supuesto. Pregunto demasiado.

Ya lo sé.

¿Pero sabes qué? Tengo un cuarto de sonrisa pegada a los labios, y alrededor de un 25% de humedad en mis ojos. Están sincronizados. Cuanto más levanto las comisuras de mis nolabios, más se empañan mis almendras visuales.

Tengo algo que quizás pueda servirte allí donde te vas. Recuérdamelo, por si esto también es un sueño y al despertarme se distorsiona y cuando vaya a contártelo no me acuerde de esta parte.

Descansa.
A veces nos enamoramos.

A veces pasa así, ocurre, sucede, es. A veces viene y va, a veces se queda después del té. A veces sonríes, otras lloras, otras te ilusionas, otras te descolocas. A veces. Pero siempre lo sientes. Y nunca te arrepientes de nada.

A veces nunca es mucho tiempo, a veces siempre es poco tiempo. Y otras veces, nunca y siempre se pierden de la mano del deseo de que vuelvan a cobrar vida las agujas del reloj, porqué se detuvo el tiempo que hace vez de sangre en sus venas.

A veces, cierro los ojos, cuando empieza a sonar... y a absorver cualquier otro sonido exterior...

Stop and stare
I think I'm moving but I go nowhere
Yeah! I know that everyone gets scared
But I've become what I can't be,

Oh!

Stop and stare
You start to wonder why you're 'here' not there
And you'd give anything to get what's fair
But fair ain't what you really need
Oh! can u see what I see?

Se va interiorizando... dejando de pertenecer a algo lejano, haciéndose en mí, y pasa, que en una fracción de segundo que me invento mientras no corren los minutos y las gotas de lluvia que caen en algún lugar del planeta tienen la oportunidad de flotar, de pararse a mirar el mundo, apreciar los detalles que se les escapan antes de salpicarse... el espacio se transforma. Mientras tengo mis ojos cerrados, puestos en la forma y los colores de los sonidos, unos duendes de verano, cambian el decorado del escenario, como si fuese publicidad. Ellos adivinan dónde quiero estar. Y no necesito abrir los ojos para ver que nos hemos transportado. Mis manos tocan las baldosas sintiendo la arena en la yema de los dedos. El ruido externo nace del interior, y puedo oír las olas llegando a la orilla detras de la canción.

Abres los ojos y no ha habido publicidad, ni duendes, para quién duerme y se despierta en el sofá. Pero mis ojos estaban despiertos detrás de la oscuridad empañada en percepción. Y se me eriza la piel al ver que la arena ya no está, porqué su tacto era más real que esta baldosa que me aguanta.

A veces, puedes sentirlo sin que esté, ver lo intangible, oler lo abstracto. A veces, las veces que hayan sido, se han dejado de contar, son muchas y pocas, son las que son; a veces aunque hubiera sido una única vez, lo que fuera que fuese ya hizo que para hoy y mañana, valga y haya valido la pena para un siempre que se juega la vida haciéndole la traveta al tiempo.

viernes, 18 de abril de 2008

La clau i la sabata

"Hola, no sé si alguna vez me habrás sentido. Cuando te sientes capaz, cuando estás seguro, cuando te has levantado y has luchado, yo estaba en ti, de paso o de paseo. Me llaman Valor. Pero no estoy aquí para hablar de mí. Quisiera hablarte de la otra cara, la que me da la espalda, pero está detrás y no se desengancha. El antónimo con el que no dejo de echar un pulso. Seguramente ya lo conozcas, ya sepas quién es. Es probable que alguna vez te lo hayas cruzado, que haya estado muy cerca de ti, como de todos, aunque la gente intente esquivarlo. No recuerdo quien le puso ese nombre, pero suelen llamarle Miedo. ¿Te suena?

Es como esas cosas que no sabes cuándo han llegado hasta que las ves allí. Seguramente alguna vez habrás estado tan tranquila en tu mundo, en ti, y de pronto te has encontrado en el salón al Miedo sentado en el sofá, fumándose un piti, aún con la gabardina grisácea puesta, con los pies sobre la mesa y el sombrero tapándole los ojos, esos de mirada paralizante. El humo era espeso y hacía denso el ambiente. Te sorprendes, ¿cuándo ha llamado al timbre? Déjame que te pregunte yo ahora, ¿acaso crees que lo ha hecho? El Miedo es así, entra sin avisar, y se pasea por tu casa como si fuera la suya. Además, una vez dentro verás como domina todo el espacio, como si la hubiera construido él. Conoce cada rincón, y eso te asusta porqué no te deja lugar para la intimidad. En realidad, eres tú quien le enseña esos lugares. Cuando accedes a alguna habitación mientras él está allí, le desvelas la clave para que abra las puertas cuando quiera. Es inútil que corras por la casa huyendo de él, que pretendas encerrarlo en el garaje, o que te vayas a la calle. No sirve de nada, porqué verás que sigue tus pasos por rápido que vayas, te rastrea, porqué el hecho de que lo encierres, lo escondas, no hará que desaparezca, seguirá estando ahí, y aunque no lo mires a los ojos y lo evites, lo seguirás sintiendo cerca de ti. Verás que no tiene prisa, que parece que le gusta ese juego y disfruta con tu pavor. Cuando estés corriendo y te quedes sin aliento, te parecerá oír su risa rasgada entre calada y calada. Es tu aire, el que te falta. Cuando ya lleva mucho tiempo a tu lado, empiezas a aprender a vivir con él, al principio piensas que algún día se cansará y se irá a otra parte. Pero el paso de los días te hace ver que tú eres su vida. Ves que no se desgasta, pero es sólo una apariencia, no te dejes engañar. Sin ti, él no sería posible. Miedo es sólo una proyección de tu mente. Tú no sabes cuándo, tal vez mientras dormías, antes de despertar o mientras se te abría una herida, hiciste que apareciera en el salón. Hay cosas que sólo existen si crees en ellas, el Miedo es una de ellas. Cada vez que crees en él, que lo pronuncias, que lo sientes y que lo piensas, lo estás haciendo fuerte. Todo eso a ti te consume, te consume al paso que él consume su cigarro mientras te pisa los talones. Y mientras él va creciendo con esos pedazos de ti desgarrados. Esa es su piel. Tu pavor, tu agonía, tu sudor, tu tensión, tus lágrimas, son su pan y su agua de cada día. Por eso te da la sensación de que nunca se agota, en realidad eres tú quién no se cansa de darle vida. Poco a poco, Miedo se va haciendo contigo. Llega un punto en el que no sabes si estás en tu casa o si tú eres el huésped. No dejes que te meta en ese juego, porque sabe hacer trampas, y mientras estás inmersa en tu próximo paso te cambiará tu razón y tu sentir por la confusión. Una vez vi una película con una chica que se estaba quedando dormida, “Cómo ser John Malkovich”. Hablaba sobre la planta séptima y media, dónde había una puertecita oculta detrás de los archivadores. Aquella puerta era un túnel que te conducía al cuerpo de otra persona. Llegaba un punto en el que la persona que entraba en John podía empezar a controlar su mente. En realidad, el Miedo hace algo así con nosotros. Cuando sufrimos, nos hacemos daño o estamos agachados curándonos una herida, en ese momento aprovecha para colarse por la brecha aún abierta, y quedarse dentro. La herida cicatriza, pero ya se sabe, que aunque a simple vista no haya cicatriz, dentro está pisándote la huella, la huella del Miedo, claro. Ahí está. Y poco a poco, como en la película, empieza a controlarnos. Hasta que nos pierde en la confusión de no estar seguros sobre qué pensamos y qué sentimos. Encima empieza a actuar por nosotros y nos vemos haciendo cosas que no deseamos y privándonos de otras que queremos. Como decía John: ¡Yo no he movido esta mano! ¿Qué hago? Empiezas a preguntarte si lo que has hecho lo has hecho porque querías o porqué tenías miedo. ¿Quién hace qué? No dejamos que los demás tomen nuestra vida, no dejamos que nadie elija por nosotros, sólo nos dejamos aconsejar. No soportamos los mandatos y las órdenes. Elegir. Elegir es el privilegio de quién es libre. Han costado muchos años que podamos ser nosotros mismos quienes tomemos ciertas decisiones sobre nuestra vida. Y ahora ¿acaso le vas a dejar la última palabra a Miedo? No te quedes sin tu libertad, no dejes que te la coarte. No dejes que un espejismo como Miedo, se crea tan importante como una persona, tan importante como tú. No dejes que seáis dos en un cuerpo. No dudes quién eres. Eres tú. No olvides que Miedo no es ninguna bomba que vaya a estallar, que no lleva un reloj incorporado con la cuenta atrás, que no tiene el tiempo a su favor, que no te empuja, que no hay más presión ni prisa que la ejerzas tú sobre ti misma. Y ese poder que crees que tiene, se lo has otorgado tú. Pero lo más importante es no olvidar, que cuando queramos podemos recuperarlo. Si Miedo está en ti, el poder sigue estando en ti. El poder está en nuestra mente.

Recuérdate siempre. Miedo es sólo una sensación. Mírate la mano, es tu mano de uñas irregulares, las tuyas. Mírate al espejo, reconócete. Y si el Miedo ya está tan dentro de ti que hasta el espejo te devuelve en tu imagen un sombrero y una gabardina como vestimenta, no te olvides de los ojos, de tus ojos. Allí, podrás verte siempre, aunque sea asustada, aunque sea detrás de esa telilla que nos ofusca, aunque sea detrás de un bloque, verás destellos verdes, que hablan de ti en palabras de la boca de una niña que huele a tu esencia.

Porqué al tener miedos, podemos demostrar que somos los más valientes, superándolos."



Una paloma llevaba en su pico estas palabras cosidas en un hilo que he ido estirando hasta que ha ido escribiéndose el sentido al bordarse cada letra. Yo sólo he ido estirando. La paloma no ha querido desvelarme nada más. Sólo ha abierto sus alas y ha volado hacía el sol, creo que iba a pedirle un arco iris, después de la lluvia que había caído.

martes, 29 de enero de 2008

EnredadaMente

He salido a dar un paseo por el laberinto de mi mente, ¡es una verdadera locura! Me he perdido en mi misma, pero eso ya no me preocupa. Me he dado cuenta de que lo malo sería perderme de mí... Si sigo en mi, aunque sea perdida, podré encontrarme... porqué en la salida seguiré estando yo. Lo malo sería, perderme de mi, perderme a mi... por qué entonces sería cuando todas las partes de mi se habrían dejado de mirar las unas a las otras, porque ya no sabrían dónde están, dónde encontrarse. Así, al menos, se miran, y algún día, llegarán a tocarse, llegaré a tocarme.

No sé porqué, pero me gusta pensar que si miro algún día desde el cielo ese laberinto, mientras vuelo, veré algo escrito en sus formas, lo intuyo. Desde dentro sinsentido, desde fuera descifrado. Quién sabe, a lo mejor, fueron mis pasos los que creaban en su avance la forma, las curvas, de todo el enredo. Quién sabe, quizá, mi subconsciente fue quien escribió lo que algún día leeré, y sabré qué escriben mis manos y qué mis pies.